domingo, 24 de febrero de 2013

Ver

La palabra griega para expresar la muda es extraña: es el sonido equivalente al francés "puer", heder. La palabra francesa no es más clara, pues expresa tanto la renovación tegumentosa como el desecho tegumentoso. Émile-Maximilien Littré asegura que en la medida en que mudar no es una acción voluntaria hay que preferir, con el fin de expresar el estado, el uso de la forma pasiva. No mudamos entre los doce y los catorce años, sino que entonces se nos muda.
Littré añade que la descamación continua de la epidermis en el hombre es una "auténtica muda insensible". La idea es tan vieja como Homero, que compara la muerte de los hombres a la caída de las hojas que sufren las ramas de los árboles en otoño. De igual manera ocurre con la desfloración que los hijos de los hombres conocen en su voz en la edad de la pubertad. El niño que es objeto de la muda, no es capaz de oír tan sorprendente transformación debido a la incesante compañía de su voz, ni de conservar un recuerdo agudo de ésta. Esta involuntaria sordera es el único hecho de que dispone para seguir oyéndose a sí mismo y entenderse consigo mismo. Este sacrificio es de los que se censura como recuerdo de un vientre glabro. 

Pascal Quignard
La lección de música
Editorial Funambulista, 2012. 

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